Idea retomada del personaje La Princesa de Hierro, del maestro Gustavo Sainz. Por supuesto, nada se compara a esa genialidad.
Un día me encontré al Guapo, guapo en Reforma, así mientras caminaba hacía el Ángel. Hacía mucho tiempo que me preguntaba cómo se llamaba, pero no sabía de nadie que lo conociera, entonces pues mejor me le quedaba viendo cuando pasaba donde se juntaba. Fíjate que ese día iba con un muchacho medio guapetón, un güero que le dicen Clavé, como la leche , nada más que sin la “L” ¿no? y pensé que seguramente eran de los muchachos más guapos de la facultad, entonces como yo iba con mi amiga que también le gustan los hombres con cara de malos se les quedó mirando hasta que me dijo que conocía a un periodista que se juntaba con ellos, un tal Roberto. Según ella son de esos muchachos de la onda que se la viven en fiestas y fumando, a veces hacen cortos y se juntan en la Roma, ya sabes de esos buena onda.
Entonces mi amiga y yo decidimos caminar cerca de ellos, total, ni nos conocían, hasta que vimos que se iban a meter a un edificio, lo primero que me dijo es que seguramente se iban a dar un toque, pero a mí me parecían unos muchachos muy guapos, así que no le tome importancia. Seguimos hasta la Zona Rosa donde hay un restaurante de comida japonesa; en la entrada hay un estanque donde hay muchos peces amarillos, lo feo es cuando hay algunos muertos flotando panza arriba ¡no sabes la tristeza que me da! Pero en fin, subimos a la terraza y pedimos muchas comida porque hoy nos pagaron en el periódico, hablamos de las elecciones en la facultad , entonces me contó que la que ganó fue una que tenía nombre de país, nunca tomé clase con ella porque decían que andaba con un profesor y eso me parecía muy desagradable, ya sabes no es ético, pero bueno.
Mi amiga me contó que los otros candidatos también estaban para el perro porque eran unos ilustres desconocidos con propuestas iguales a las de siempre ¿no? Bueno, el caso es que uno de mis amigos se postuló y el viernes el muy gandalla me pidió que acarreara a mis amigos y conocidos para que votarán por él , a lo que yo contesté que no era ninguna pastora, así que anule mi voto. Nos tomamos unas cervezas y después pagamos la cuenta, caminamos hacia el metro y luego nos despedimos porque ella tenía que ir a ver a su novio, que según ella hace el mejor sexo oral del mundo.
En el metro, mientras iba caminando hacia el andén, me decía a mi misma los posibles nombres delGuapo, guapo. Pensé que tenía nombre de Leonardo, tal vez de Santiago o quizá uno muy de onda como Rafael o Paris, antes de que se cerrará el vagón ¡qué entra el Guapo, guapo! Iba todo de negro, con una camisa del cocodrilito, unos jeans justos y unas gafas negras, supongo que para disimular los ojos rojos. Se sentó en el asiento de enfrente, sacó un libro de Bukowski y se fue de este mundo. Me le quedé viendo dos o tres estaciones, tratando de imaginarme su loción, fue en ese momento que mi mirada lo regreso al mundo y volteó. Me miró a través de sus lentes oscuros y sonrío, al abrirse las puertas del vagón se levantó y quedó unos instantes esperando a que saliera con él, pero me quedé fría , mi reacción fue tan lenta que cuando comprendí la invitación a perderme con él ya era demasiado tarde, me dijo adiós con la mano y salió de mi vida. Sólo pude seguirlo con la mirada hasta que el metro me alejo de él.
Llegue a casa y encendí el televisor, y practiqué de manera maratónica el zapping , nada, nada que llamará mi atención. Me sentí huequita, así como me decía Antonio antes de que se fuera con una de esas meseras que andan en patines. Encendí la computadora, sólo para ver quien había escrito y en la bandeja un mail de un desconocido, un tal Héctor que me invitabaa fumar y a reír.