A los cinco años Verónica es una niña que se pregunta el significado de los sonidos que escucha por las noches, le aterra pensar que un monstruo sea capaz de lastimarla a ella o a su madre o peor aún que pueda comérselas. Su madre constantemente le insiste en que deje de pensar tonterías y que mejor se dedique a Susana -su gata-, a sus muñecas y a sus chiquilladas.
En la noche se escapa un prolongado gemido que hace a Verito levantarse aterrada de la cama; de inmediato imagina que son los sonidos del monstruo que busca devorarlas y en lo que resulta ser un acto de valor, la pequeña niña se dirige dónde su madre para rescatarla de un horrible monstro que ha dibujado en su imaginación.
Frente a la puerta de madera Verónica canta bajito Sunday Morning, canción que desde siempre la remite a los días en que su padre vivía con ellas.Trata de abrirla pero está cerrada, sólo la abertura del cerrojo le permite observar como son sostenidos los blancos muslos de su madre por unas manos que nada tienen de semejanza a las de un engendro.
Un monstruo, seguro no es. Verónica por sentido común acepta que su madre no está sufriendo, pues sonríe mientras sus grandes pechos son succionados. Su madre ha perdido el color blanco habitual de su piel, ahora luce rosada, con una sonrisa que sólo las muchachas de las películas de ficheras tienen. Vero pocas veces ha visto a su madre tan feliz.
Se mantiene en la puerta con la esperanza de conocer cada detalle, silenciosa escucha como su madre le pide más y más a ese hombre que ella jamás había visto. Mira como un árbol nace de aquel hombre para luego entrar en su madre, jamás imagino ver algo que según ella era producto de alguna película de extraterrestres.
Dos cuerpos entregándose, mientras Verónica pensaba si esto es a lo que se refieren los adultos con “cosas de grandes”, cosas grandes pasan por la mente de Verónica, pues imagina lo que pensaría la Miss Socorro si le dijese lo que ha hecho su mamá, la razón de sus temores nocturnos no era más que dos amantes con la mala suerte de ser espiados por una niña, que nada sabía del sexo o el amor.
Verónica al fin tuvo que aceptar que los monstruos no existen y sí existen este es uno que hace feliz a su mamá, como sea, ahora se dirige a su cuarto, sabe que si su mamá se entera de que fue espiada de seguro le dará una cachetiza, así que prefiere quedarse para sí misma ese recuerdo, total mañana en el kínder le preguntará a René si alguna vez ha visto a su mamá ser chupada por un monstruo o mejor aun esperará algunos años para ver si René quiere ser su monstruo.
Mena Mejía
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