miércoles, 12 de octubre de 2011

Pesimismo necesario

A veces uno se siente triste porque tiene un mal día. 
Los malos días van desde  el olvido del  paraguas , hasta  el dejar ir al amor en turno. 
Puede ser que una nota se te haya escapado mientras tú perseguías al Cardenal, o tal vez fue porque la cochina máquina de los refrescos se tragó tus 8 pesos.
A veces la tristeza es tan grande que tienes que disimularla con una sonrisa para un montón de extraños.
No hay nada que te caliente las manos.
El sexo se alejó  de tu vida como aquel muchacho cejon del que estabas enamorada.
Ahora crees que sientes algo parecido al amor, pero no, solamente es la sensación de calor que produce un cuerpo al dormir junto a ti.
Pude ver una flama en él, pero no una hoguera, así son las cosas.
Y pretendes crecer, crees que con levantarte temprano y cumplir con un empleo ya eres mejor, piensas que una quincena te hace independiente y que puedes fugarte de todos, pero no, la verdad es que sigues extrañando compartir las carencias. No lo evadas, los triunfos saben mejor si los compartes.
Pero ellos no son él.
Él no te enseñó a escribir, y el periodismo no tiene la obligación de hacerlo, naciste con dedos de tamal y eso no va con la anatomía del periodista. 
Aquí no se encontrará el hilo negro de las cosas.
Lo que ayer fue Chihuahua hoy se llama Veracruz.
Las iniciativas de ley salen hasta de las piedras, los diputados siguen ganando más que tú, y los niños en la calle siguen siendo violados, un cambio que les des a los ancianos en la calle no cambiará que los exploten, y no todas las putas son infelices abriendo las piernas.
Así son las cosas, niñita, así pasa la vida.
Y la única que cambia eres tú, más ojerosa, más demacrada, más ácida y menos temerosa, menos silenciosa.
Ya no te hagas la mala, que a ti eso no te va.