lunes, 30 de enero de 2012

De cómo conocí al Guapo, guapo y otras formas de vivir


Idea retomada del personaje La Princesa de Hierro, del maestro Gustavo Sainz. Por supuesto, nada se compara a esa genialidad. 

Un día me encontré al  Guapo, guapo en Reforma, así mientras caminaba hacía el  Ángel. Hacía mucho tiempo que  me preguntaba cómo se llamaba, pero  no sabía de  nadie que lo conociera, entonces pues mejor me le quedaba viendo cuando  pasaba donde se juntaba. Fíjate que ese día iba con un muchacho medio guapetón, un güero que le dicen Clavé, como la leche , nada más que sin la “L” ¿no? y pensé que seguramente eran de los muchachos más guapos de la facultad, entonces como yo iba con mi amiga que también le gustan los hombres con cara de malos  se les  quedó mirando hasta que me dijo que conocía a un periodista que se juntaba con ellos, un tal Roberto. Según ella son de esos  muchachos  de la onda que se la viven en fiestas y fumando, a veces hacen cortos y se juntan en la Roma, ya sabes de esos buena onda.
Entonces mi amiga y yo decidimos caminar cerca de ellos, total, ni nos conocían, hasta que vimos que  se iban a meter a un edificio,  lo primero que me dijo es que seguramente se iban a dar un toque, pero a mí me parecían unos muchachos muy guapos, así que no le tome importancia. Seguimos hasta la Zona Rosa donde hay un restaurante de comida japonesa; en la entrada hay un estanque donde hay muchos peces amarillos, lo feo es cuando  hay algunos muertos flotando panza arriba ¡no sabes la tristeza que me da! Pero en fin, subimos  a la terraza y pedimos muchas comida porque hoy nos pagaron en el periódico, hablamos de las elecciones en  la facultad , entonces me contó que la que ganó fue una que tenía nombre de país, nunca tomé clase con ella porque decían que andaba con un profesor  y eso me parecía muy desagradable, ya sabes no es ético, pero bueno.
Mi amiga me contó que los otros candidatos también estaban para el perro porque eran unos ilustres desconocidos con propuestas  iguales a las de siempre ¿no? Bueno, el caso es que uno de mis amigos se postuló y el  viernes el muy gandalla me pidió que acarreara a mis amigos y conocidos para que votarán por él , a lo que yo contesté que no era ninguna pastora, así que anule mi voto. Nos tomamos unas cervezas y después pagamos la cuenta, caminamos hacia el metro y luego nos despedimos porque ella tenía que ir a ver a su novio, que según ella  hace el mejor sexo oral del mundo.
En  el metro, mientras iba caminando hacia el andén, me decía a mi misma  los posibles nombres delGuapo, guapo. Pensé que tenía nombre de Leonardo, tal vez de Santiago o quizá uno muy de onda como Rafael o Paris, antes de que se cerrará el vagón ¡qué entra el Guapo, guapo!  Iba todo de negro, con una camisa  del cocodrilito, unos jeans justos y unas gafas negras, supongo que para disimular los ojos rojos. Se sentó en el asiento de enfrente, sacó un libro de Bukowski y se fue de este mundo. Me le quedé viendo dos o tres estaciones, tratando de imaginarme su loción, fue en ese momento que mi mirada lo regreso al mundo y volteó. Me miró a través de sus lentes oscuros y sonrío,  al abrirse las puertas del vagón se levantó y quedó unos instantes esperando a que saliera con él, pero me quedé  fría , mi reacción fue tan lenta que  cuando comprendí la invitación a perderme con él ya era demasiado tarde,  me dijo adiós con la mano y salió  de mi vida. Sólo pude seguirlo  con la mirada hasta que el metro me alejo de él.
Llegue a casa y encendí el televisor, y practiqué de manera maratónica el zapping , nada, nada que llamará  mi atención. Me sentí huequita, así como me decía Antonio antes de que se fuera con una de esas meseras que andan en patines.  Encendí la computadora, sólo para ver quien había  escrito y en la bandeja  un mail de un desconocido, un tal Héctor  que me invitabaa fumar y a reír.

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